EL LÍMITE DEL PERIODISMO Y EL CASO DE ROMEO LANGLOIS
Es contado el material
audiovisual que pueda retratar de manera realista y objetiva el conflicto
interno colombiano –que apropósito, apenas unos meses logró llegar a buenos
términos–. De hecho, resulta curioso que haya sido una persona ajena a esta
problemática, la que haya logrado plasmar, por medio de un documental de 48
minutos titulado ´Colombia: en el fuego
cruzado', la
lucha contra el narcotráfico por parte del Ejercito Nacional, ¿pero a qué
precio?
Romeo Langlois ya había
estado en contacto con varias aristas del conflicto colombiano, llegando
incluso a analizar el papel de los resguardos indígenas en los frentes de
guerra. Muy seguramente, no se imaginaba que iba a terminar en medio de fuego
cruzado, viendo morir a combatientes del Ejercito a su lado o incluso que, él
mismo iba a terminar con una herida de bala en el antebrazo. Lastimosamente – y
tal como él lo describe-, todos estos acontecimientos y el dolor y miedo que
los acompañó, terminaron siendo muy, muy reales. De hecho y según narra Langlois,
si no hubiera contado con la suficiente suerte, probablemente hubiera terminado
enterrado tres metros bajo tierra, tal como lo está ahora el que fuese su
cuidador, el Sargento Cortés.
Son hechos como el anteriormente
narrado, los que hacen dudar a la misma comunidad de periodistas, sobre los
riesgos que vale la pena tomar para contar una historia ¿Acaso vale la pena
arriesgar la integridad física sólo por hacerle justicia a la profesión? Muchos futuros periodistas y los que ya están
en oficio, muy seguramente responderían que sí, pero hasta qué punto logran
esas mismas personas ponerse en los zapatos de personajes como Romeo Langlois
que casi muere junto a su propio documental. No hay que decir mentiras
adornadas, nadie merece morir como lo hicieron esos militantes, ni mucho menos
como casi lo estuvo Langlois, al menos no en nombre de la de valentía y mucho
menos de la patria.
Claro que el trabajo del periodista es informar y aún más decir la verdad, pero de ninguna forma es justificable poner en riesgo la propia integridad personal por un medio de comunicación masivo qu,e muchas veces, sólo ve al periodista como un dígito más. Muchos dirán, que a Langlois nadie lo obligaba a ir, que él fue con un objetivo muy claro y además se ganó el reconocimiento nacional e internacional y que, obviamente también logró una historia impactante y atractiva. Tesis que es irrefutable, sin embargo, algunos de los más grandes periodistas han logrado retratar todo tipo de realidades sin haber muerto en el intento. Aunque en este apartado y en contraposición a lo que se pensaría, parece ser que no es raro encontrar casos de periodistas de guerra que hayan muerto ejerciendo su labor, tal es el caso de Gerda Taro y Robert Capa. Al respecto, se puede intuir que quizás este fenómeno no se deba a acontecimientos apartados del medio, pues el solo hecho de que exista una gran posibilidad de que un reportero muera en conflictos bélicos de cualquier índole demuestra, por un lado, la enajenación que existe por parte de las grandes empresas de medios al no dar garantías suficientes o seguros de trabajo y, por otra parte, la irresponsabilidad de los mismos periodistas al no exigirlos.
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