ROSA CLARO SALMÓN

Definición de odio: Sentimiento irracional, iracundo y normalmente injustificado que surge de manera espontánea ante un pensamiento o situación negativa.
  - Para los adolescentes, por lo general, cuando el mundo conspira en su contra*                              
   -Es lo que usted siente cuando está durmiendo y le prenden la luz o le abren la ventana* 

 El día de ayer no fue muy diferente al resto de la semana, varios trabajos que entregar, varias horas en bus y un catastrófico clima con un granizo del tamaño de canicas pequeñas. Hoy, en cambio, el día será peor, es mi cumpleaños y el sueño de mi familia por fin se cumplirá, tendré una repulsiva fiesta en alguna recepción decorada de rosado bubbaloo. Mi mamá siempre dice que soy negativa, pero no creo que negativa sea la palabra, quizás sea solo asco por el mundo. Soy una adolescente que odia al mundo, ¡qué original!

Son las cinco de la mañana en punto y  no quiero  mover ni un solo dedo. Sigo en mi cama, estoy mirando el techo, nunca me había dado cuenta de lo  bonito que es el techo.  La única referencia de fiesta que tengo es la de Carrie White y siento que solamente es cuestión de tiempo para que el universo conspire contra mí... unas horas más y estaré empapada con sangre de cerdo. Pensar en cerdos me hizo recordar la cereza sobre el pastel, la gran cena tiene lechona como su plato principal, bon appétite.

Se está haciendo tarde, lo mejor que puedo hacer es levantarme y aceptar mi destino, pero antes de eso, barrer el patio. En mi casa vivimos 5 personas, un número típico para la zona del mundo en la que vivo; estamos mi abuela, mis papás, mi perro y yo, la familia perfecta. Siempre en el tiempo libre pienso en qué hubiera sido de mí si hubiera nacido en una familia típica norteamericana, como la de Honey booboo (papá nunca se lo pierde). En ese caso, quizás mi vida no sería tan miserable, estudiaría lo más mínimo y cuidaría cerdos miniatura.

La ironía es típica en mí, pero es lo único auténtico también. Toda la vida me la he pasado encerrada en esta casa de rejas blancas y nunca pude hacer amigos de la manera como los otros niños lo hacían, el trauma común de los reprimidos; solamente que en mi caso fue algo extremo, al menos eso me decía el psicólogo en cada sesión, por lo general después de escupirle, cosa que aunque no recuerdo, mi mamá la cuenta todas las navidades a mis tíos con esa risa casi fingida tan típica de ellas. 

Como dije antes, la amistad es una palabra desconocida en mi diccionario; por lo tanto, y como ustedes seguramente ya habrán intuido, a mi fiesta de quince irán solo mis primos, amigos de ellos y por último (y menos importante), mi familia. Pensándolo bien, el problema real que existe conmigo no se debe a la adolescencia, de hecho, lo único de lo que adolezco en estos momentos es de felicidad y creo que en esa lógica la mayoría de la gente entraría en esa categorización; la razón principal por la que me siento como basura la mayoría del tiempo es que no creo tener un objetivo y es algo mucho más complejo que una indecisión que pueda ser solucionada con cursos de orientación profesional o, aún peor, de superación personal. No siento que haya nacido en el país correcto, en el momento correcto, ni mucho menos con la cara correcta y ahora, para hacer mi vida un poco más entretenida, tengo que arreglarme para el prospecto de fiesta que voy a tener en unas horas, espero que al menos no traigan mariachis que canten ¨Quince primaveras¨ de Vicente Fernández, estoy cruzando los dedos para que así no sea.

El proceso más traumático cada vez que salgo es tener que arreglarme, no soporto los espejos –ni las fotos, están fuera de mi control y para lo único que sirven, es para confirmar que en  realidad no soy nada agraciada en comparación a... bueno, todo el mundo. Le pedí, le imploré, le rogué a mi mamá para que no me llevara a la peluquería del barrio, no quiero que cuando me estén maquillando me den remedios sobre  acné o me vendan productos para el cabello con horquilla, me ha pasado ya muchas veces que la forma de decirme que estoy horrible es de alguna manera tenerme lastima. ¡Me hace sentir mucho mejor que sientas lástima porque soy fea! ¡Gracias!

*

Es una lucha entre el espejo y yo; las estampas de cristo y promociones de pollo broaster pegadas en el espacio entre el borde de la madera y el vidrio parecieran estarme acusando todo el tiempo. Pero yo puedo, es cuestión de no apartar la mirada, ¡uno, dos, tres!, lo logré, por fin me pude mirar al espejo, duele hacerlo, las lágrimas no son pura casualidad. Me veo como una estúpida, estoy mirando el reflejo de alguien que ha perdido cualquier posibilidad de tener un futuro, alguien con una situación dérmica tan compleja que parece tener el relieve de la cordillera andina alrededor de toda la cara, no creo que  eso pueda causar una buena impresión.

Sonrío, se supone que lo más bonito de la mayoría de los seres humanos por naturaleza, es su sonrisa y bueno, luego sus ojos. Mi sonrisa, no me puedo quejar… esperen, ¡sí! , tengo un hueco enorme entre mis dos dientes centrales y  serios  problemas gingivales que hacen que todo se vea mucho peor; sonrío de nuevo, en lo único que puedo pensar es en un caballo, creo que esta noche no abriré la  boca ni una sola vez. Casi se me olvidaba, la segunda parte que generalmente no falla cuando se quiere o tiene que decir un cumplido a alguien feo, ¡los ojos, las ventanas al alma!, supongo que mi alma derecha es menos centrada que mi alma izquierda porque el estrabismo en mí es cosa seria. Tal vez la única forma de arreglar un poco este desastre sea usar unas tres capas de maquillaje como mínimo.

*

Corrector, definido por la RAE como lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, es divertido cuando lo esparzo por toda la cara y quedan grumos; la segunda mejor parte es intentar que cubra la totalidad de las imperfecciones, la presión que tengo que ejercer en los granos de mi cara, me genera un dolor casi poético. Ahora el labial, primero los bordes y luego el centro,  el siguiente paso es el más importante, aplastar uniformemente la pasta rojiza y espesa del producto cosmético en el espejo y llorar, estoy lista. Maldita existencia.

Mi mamá ha pasado golpeando la puerta de la pieza ya más de cinco veces en una media hora, no la soporto, quiero decir, es la una de la tarde y la reunión esa es en 5 horas, ¿acaso una adolescente reprimida no puede tener un tiempo a solas? Sé que en el momento justo en que le abra, vendrá con un vestido rosado y gigante con lágrimas en los ojos. Dios,  supongo que amo a mi mamá, pero no sé cómo sienten amor las personas normales, en mi caso creo que simplemente es imposible y si lo sintiera, es más por inercia que cualquier otra cosa. Quiero aplicar la lógica de que las madres te dan la vida y las tienes que amar por ese vínculo especial que surge naturalmente, pero no, simplemente no lo siento así.
Abro, al menos tuve tiempo de limpiar el colorete del espejo con aceite para bebé  

Mierda, que linda estoy. Nunca pensé verme en esta situación tan patética, mi mamá está detrás de mí con esa sonrisa orgullosa, un orgullo seguramente por haber podido pagar una recepción, una cena  y un vestido. Lo triste es que la recepción va a ser en la casa de mi tío, no quiero repetir cuál es la comida y sé que el vestido es prestado. Estoy agradecida, de corazón sé que lo estoy, creo que la intención de mis papás cuenta, pero es que  nunca en la vida he hablado más de 2000 palabras diarias con cada uno de ellos, no sé por qué carajos hacen esto.

- No recuerdo nunca haber dicho que quería una fiesta de quince.                                               - Yo no recuerdo que me haya dicho que no la quería, cambie esa cara.

Ojalá tuviera el carácter que tienen tantas niñas de esta generación, si hubiera sido como ellas, en este momento estaría en alguna fiesta, besando niños –o niñas-, luego llegaría a mi casa a gritarle a mi mamá y todo sería una historia feliz. Levanto la mirada y miro de nuevo al espejo, otra vez estoy sola, sola y con un nuevo peinado, maquillaje bonito y un vestido elegante; se me salen las lágrimas, nunca en la vida me había visto tan, tan, tan… tan estúpida.

Ya es hora de salir, mi papá me va a llevar en su Vitara 2005 ¡qué emocionante! Debajo de este vestido tan común en los ritos de mi país, llevo unas zapatillas planas; en caso de que tenga que escapar, sería un proceso muchísimo más sencillo, corro rápido, por eso me negué a usar cualquier tipo de tacones. No puedo con esto, siento el latido del corazón en cada centímetro de mi pecho, nervios o pena, lo que sea, por favor que desaparezca. Cada segundo más que pasa sirve para irme aterrizando cada vez más a la realidad, esta situación es tan absurda que no se si reír y llorar, la mejor solución sería reírme llorando. Creí que en el fondo no hablaba en serio con lo de escaparme, pero me acabo de dar cuenta que es la única forma de salir de todo esto. 

       - ¿Me dejan bajar a orinar?
       - ¿Y en dónde, soboba?
       - Pues pido en esa tienda que me presten el baño, no aguanto.    
       -  Hágale a ver.

Estoy fuera, el carro solamente tiene dos puertas y mientras mi papá corre la silla para que salga, me convenzo a mí misma de que es la decisión correcta. Me bajo lentamente del carro, ya es de noche, falta media hora para llegar y estamos a mitad de camino, pero tendrán que esperarme toda la noche porque no va a pasar. Todo cobra sentido en este momento, es lo que debí haber hecho desde un principio, correr, correr de toda esta mierda. Entro a la tienda y pido el baño, hago como si lo usara y salgo. Respira, inhala y exhala, inhala y exala, no va a pasar nada malo, es como en las inyecciones, solo va a ser un pinchazo. Corro, me alzo el vestido con las manos, corro, qué bueno que justo paramos cerca del viaducto. Salto, lo sabía.

No dolió tanto.

 Ahora todo es negro, no más de este infierno.

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