MI PADRE, MI ORGULLO

ENTREVISTA. Juan José Medina Arismendi entrevista a su padre, José Alberto Medina Torres.

Mi padre, mi orgullo

Cuando pensé en entrevistar a alguien allegado, supe desde un primer momento que tenía que ser mi mamá o mi papá, pero no porque crea que el resto de personas tengan menos cualidades que ellos, sino simplemente porque mi hermana y yo hemos conocido de primera mano las dificultades y triunfos de estas dos personas. Por esto, de algún modo, esta entrevista está escrita desde el agradecimiento y desde la seguridad de que tengo la suerte de contar con unos padres que han logrado mezclar de manera perfecta el cariño con la sabiduría. Sin embargo, no pienso endulzar este texto con un montón de halagos y palabras bonitas que pretendan apelar a la ternura. De hecho, voy a dejar que el testimonio de mi papá hable por si solo; reitero, no para demostrar nada, sino para que juntos nos adentremos a esa película épica de su infancia y adolescencia que, a la larga, son las razones por la que hoy en día estoy escribiendo esto.

¿Y por qué mi papá? Por dos razones: la primera es que para mi mamá tengo reservado otro texto y la segunda, es que quiero darme la oportunidad de encontrar de nuevo esa parte susceptible de él que tanta ternura me produce. En este punto voy a ser sincero, la verdad es que yo no admiro a nadie, admirar me parece una palabra vacía en sí misma. En este orden de ideas, yo a mi papá no lo admiro, yo a él lo amo y eso va mucho más allá de mencionar sus valores y cualidades. Claro, lo más fácil es decir que yo a él lo ‘admiro’ porque me dio la vida y porque gracias a él puedo comer todos los días, pero eso no le hace justicia al hombre tan complejo que es mi papá, ni a lo agradecido que estoy con él. Por esta razón, elegí hablar de ese periodo de su vida que nunca me ha dejado de sorprender.

Fotografía, Juan Medina

Juan José Medina- ¿Cuál es tu primer recuerdo?

José Alberto Medina- Creería que cuando nací, el 15 de marzo de 1963. El segundo cuando yo era un niño de brazos, recuerdo estar mirando al techo mientras estaba en una cuna.

J.J.M- Tu mamá murió cuando eras todavía un niño, ¿qué recuerdas de ella?

J.A.M-  Mí mamá murió a los 30 años de Síndrome de Guillain-Barré , cuando yo tenía cinco años. Yo lo que más recuerdo de ella es cuando cocinaba. De niño siempre esperaba los días festivos porque esos días mi mamá hacia una comida especial y, como ella cocinaba tan rico, yo me emocionaba mucho solamente pensando en eso.

 

J.J.M - Naciste en Tunja, ¿tu familia es boyacense?

J.A.M- En esa época el parto lo hacía una comadrona, entonces nací en la casa en la que viví hasta que me independicé. En cambio, ambos de mis padres son originarios del campo, mi mamá de Boyacá , Boyacá, y mi papa de Combita, también en Boyacá.

J.J.M- ¿Sabes cómo se conocieron tus papás?

J.A.M- Ellos se conocieron porque mi papá era vigilante de un banco y mi mamá trabajaba en un restaurante muy bonito en Tunja, por lo que de vez en cuando mi papá, cuando pasaba por ahí en bicicleta, la veía a ella. Eventualmente terminaron siendo amigos y de esa pareja nacimos Gonzalo, después Rosa, tu papá, Miguel y de últimas Jairo. Aunque mi papá después de que mi mamá murió tuvo con mi madrastra a Dora y a Fabiola que, como sabes, la asesinaron como falso positivo, pero eso es otra historia.

J.J.M- Viviste en el barrio Las Nieves hasta que te casaste con mi mamá, ¿cómo era la vida a inicios de la década de 1970 en Tunja?

J.A.M- Era como vivir en el campo, en esa época las calles no eran pavimentadas. De hecho, crecía el pasto por todo lado. Nosotros incluso teníamos ovejas, gallinas, aves de corral y nuestros vecinos también. Sin embargo, me acuerdo que mi mamá fue la visionaria de todo el barrio, porque a punta de vender helados se compró una nevera.

J.J.M- Veo que mencionas mucho a tu mamá, ¿cómo era ella?

J.A.M- Ella no se podía estar quieta. Mi mamá era muy aseada, por eso nuestra casa siempre estaba brillante a pesar de ser un hogar más bien humilde. Ella siempre estaba pendiente de que los cinco comiéramos. Después de que murió todo cambió porque prácticamente no teníamos quien nos cuidara ni orientara, por lo que mis hermanos y yo estábamos por nosotros solos. Recuerdo que en esa época cocinábamos con una estufa de carbón y mi papá nos decía que cocináramos cualquier cosa, pero éramos unos niños y todo nos quedaba feo. ¿Sabes por qué me acuerdo de todo eso?, porque yo era muy consentido. Mira que a mí ahorita me gusta que me rasquen la espalda porque ella se la pasaba haciendo eso…fue muy fuerte la verdad.

J.J.M- ¿Cambió la relación con tus hermanos debido a la muerte de tu mamá?

J.A.M- Jairo tenía nueve meses cuando eso pasó entonces no se acuerda, pero en general a todos nos fue mal, de cierta forma todos salimos perdiendo. Por esa misma situación, entre todos creamos un ambiente de solidaridad donde ninguno era más que nadie, aunque admito que a Rosa y a Gonzalo casi que los miraba como mis papás, mientras que con los otros tenía una relación más de camaradería.

J.J.M -Ahí entró a jugar Rosa, ¿ella remplazo el rol de madre?

J.A.M- Después de que mi mamá muriera mi abuela se vino a vivir con nosotros, a cocinarnos, casi obligada, pero al final se cansó y se fue. Posteriormente, mi papá contrató a una señora que nos cocinaba y que se llamaba Nieves. Esa señora nos quería casi como si fuéramos sus hijos, pero se fue y otra vez quedamos a la deriva. Luego de Nieves, llego Micaela, un nombre muy feo; esa señora se robaba la comida y nos echaba la culpa a nosotros. Hubo un evento con ella que me da rabia hasta el día de hoy: Jairo, mi hermano menor, a veces se orinaba en la cama y esa señora lo metía a la alberca helada como castigo. En efecto, después de que se fuera Micaela, mi hermana Rosa terminó cuidándonos durante un año hasta que llego Cristina.

J.J.M- ¿Qué pasó cuando llegó Cristina?

J.A.M- Cristina era una enfermera y terminó metiéndose con mi papá. Un antes y un después en mi vida. Después de ella empezó el sufrimiento real, porque ellos se dedicaron a vivir la gran vida y a nosotros cinco nos dejaron botados. En ese momento a Rosa le toco cuidarnos de nuevo. No es como el cuento de que las madrastras son brujas porque sí, Cristina era una mala persona en verdad. Fue cuando ella llegó que a nuestros vecinos les toco regalarnos ropa porque Cristina se gastaba toda la plata con mi papá. Es por eso por lo que, entre otras cosas, yo no tolero que nadie me maltrate, pero bueno, tú ya conoces esa faceta de mí.

J.J.M- ¿Eras agresivo?

J.A.M - No, eso de la agresividad es una fama que me crearon porque a raíz de todas esas cosas que me pasaban yo aprendí a responder de la misma manera. La verdad, yo simplemente me defendía.

J.J.M- Por esa época empezaste a estudiar, ¿cómo fue ese cambio?

J.A.M- En esa época la gente entraba a estudiar a los siete años, pero a diferencia de todos mis compañeros cuando yo entré ya sabía leer y escribir porque Gonzalo me había enseñado. Ahí fue cuando empecé a experimentar una nueva vida que es la vida escolar y, en general, fue muy emocionante a pesar de que tenía mucha hambre. Sin embargo, todo empezó siendo muy traumatizante porque como soy zurdo, los profesores me decían ‘manicagado’. Además, también por esto, mi papá me rompía la cara, por lo que al final me tocó aprender a escribir con la derecha. También recuerdo con tristeza que a Miguel y a mí, que sólo nos llevamos año y medio, nos tocaba ponernos suelas de cartón.

J.J.M- ¿Así fue toda tu vida escolar?

J.A.M- En bachillerato todo mejoró porque me la pasaba leyendo libros. Estudiaba en las mañanas e iba a la biblioteca en las tardes, recuerdo con mucho cariño un libro que se llama ‘Por quién doblan las campanas’ de Ernest Hemingway. La pasaba rico, seguía teniendo hambre, pero olvidaba los problemas. Fue por esa época en la que pasaba por la casa de un señor que se llamaba José Francisco Puente Mejía. Un día estábamos jugando fútbol con unos amigos al frente de la casa de él, cuando de repente salió con un dulce Coffe Delight a explicarme que traducía al español el nombre de esta marca, resulta que ese tipo sabía hablar inglés, francés, italiano y latín, ¡hasta era descendiente directo del Virrey Eslava! Después de eso, me quedó la maña de ir a la casa de este personaje a aprender idiomas.

J.J.M- ¿Cómo te iba en el colegio?

J.A.M- Yo era muy buen estudiante. Creo que eso se debe a que como tenía tantas necesidades, preferí sumergirme en el estudio; incluso una vez me gané una beca por ser el mejor en ortografía del colegio. En esa época, todo era muy exigente, yo estudié en los famosos INEM que tenían el sistema de educación diversificada. Después de segundo de bachillerato, a nosotros nos tocaba escoger alguna rama especifica entre bachillerato industrial, bachillerato en promoción social, bachillerato en comercio y bachillerato académico. En décimo, esas se dividían en otras más. Finalmente, yo me incliné por las ciencias y las matemáticas, ahí sí falle porque mi fuerte eran las humanidades. Tal vez si no me hubiera equivocado, ahora sería lingüista o sociólogo y no ingeniero agrónomo

J.J.M- Y mientras todo esto pasaba, ¿dónde estaba tu papá?

J.A.M- Por ningún lado, el creía que la manera de educarme era pegándome. Con decirte que la única vez que se preocupó por mí fue una vez que me dio unos consejos que ni recuerdo. De resto, era muy agresivo y conscientemente propiciaba el sufrimiento de todos nosotros. Él prefería irse a jugar tejo con los amigos que estar con nosotros e incluso, a veces, se iba a los pueblos con Cristina y a nosotros ni nos avisaba.

J.J.M- Entonces, ¿cómo saliste adelante sin una buena figura paterna?

J.A.M- Como ya te dije, mis dos hermanos mayores fueron mis ejemplos a seguir. Gonzalo fue el primero que logró estudiar con la plata que ganó trabajando en la Electrificadora de Boyacá. De algún modo, yo lo imité.

J.J.M- ¿Ahora cómo es la relación con tu papá?

J.A.M- A pesar de todo era buena hasta hace dos años, pero se deterioró por asuntos relacionados a Cristina. La verdad yo no lo quiero, no puedo forzarme a sentir algo que él nunca cultivó.

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